Hola, mi nombre es Emily, me gustaría compartir mi historia con otras mujeres que podrían estar considerando un mundo sin testosterona: la hormona egoísta. He estado casado 14 años, tengo dos niñas y un niño y un matrimonio muy feliz.
Mi historia comienza después de que tuve a Robby, hace unos 6 años … atrapé a Rob con nuestra niñera de 19 años. Bueno, como puedes imaginar, mi mundo se derrumbó encima de mí. Hice dormir a Rob en la sala y lloré hasta quedarme dormida. A la mañana siguiente le pregunté qué pasó y lo mejor que pudo hacer fue decir que estaba fuera de control. Pensé en nuestra boda y nuestros hijos. Fui a trabajar a la clínica veterinaria y pensé todo el día en mi propio perro mestizo. Esa noche le puse un úlcera a mi esposo recalcitrante “Si quieres quedarte, tendré que ordeñarte correctamente”.
Habíamos estado jugando juegos sexuales con las nueces de Rob durante mucho tiempo, pero no en serio, siempre he disfrutado el poder que siento al encadenarlo por las bolas, su erección inmediata y su atención absoluta son simplemente magníficas. Cuando saca los juguetes, los candados, las cadenas para perros, las gomas elásticas, el gel KY, me pongo un strap o, a veces, una falda sin bragas.
A veces lo hacía llevar una bolsa alrededor de la cual ponía cosas, si era demasiado pesado me miraba con una expresión muy seria y grandes ojos de cachorro. Por lo general, cuando me inclinaba o le daba un vistazo de mi trasero, intentaba un poco más. Si todo lo demás fallaba, le daría un poco de frotación, por lo general lo despegaba y salía a chorros.
A veces me masajeaba los pies mientras lo frotaba, sus bolas encadenadas se ponían frías y moradas / azules después de aproximadamente media hora y luego lo dejaba venir.
A veces, especialmente si tomábamos algunas bebidas, torturaba sus bolitas tirando de su cadena y las dejaba caer con una regla hasta que se masturbaba.
Si jugaba el juego correctamente y era realmente sumiso, lo dejaría llegar al final.
A menudo me preguntaba si estos juegos lo harían estéril, pero no me importó hasta que apareció el número 3, entonces comencé a odiar su virilidad. Tenía 28 años, era una buena esposa, cuidaba de él y a nuestros hijos y todo lo que quería era divertirse con las muchachas bonitas.
Después de lo de la niñera dijo que me amaba y que quería quedarse conmigo, tomamos unos tragos y saqué el elastrator que tomé prestado del trabajo. Rob me dejó ponerle la pequeña banda, luego quiso hacerlo. Tomamos un par de tragos más mientras jugaba con su polla dura y sus bolas grises, lo dejé entrar dentro de mí y se fue al baño. Dijo que no estaba tan seguro. Le corté el anillo, lo que creo que duele mucho, y se fue a dormir. Sin embargo, estaba segura y permanecía despierta pensando en los beneficios para mí, y en los próximos meses insistiría en usar el elastrador cada vez que tuviéramos sexo como un refuerzo sexual positivo, al igual que entrenar a un perro.
Una noche lo froté hasta el borde, luego le dije “Solo te dejaré venir si me dejas llevarme esto” y lo agarré por las nueces.
Autor: Emily
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