El sparring

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2 septiembre, 2020

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 Te digo que sí, Dani. La mujer que nos enseña sabe pelear. – insistía Clara, una universitaria de 22 años, en una nueva discusión con su amigo Dani sobre la efectividad de las clases de defensa personal a las que asistía la chica.

Y yo te digo que no es lo mismo una simulación contra una compañera de las clases que una pelea real contra un hombre. Además, en una pelea contra una mujer siempre defendemos los huevos porque sabemos que vais a por ellos. – respondió el chico de 23 años, el cual no solía discutir con Clara, pero en ese tema no podía evitarlo; le molestaba demasiado que ella diera por hecho que puede ganarle una pelea solo por unos meses practicando defensa personal.

Te he dicho mil veces que hay más técnicas aparte del ataque a los huevos y también varias formas de distraer al tipo o de romperle la defensa para darle ahí. Te lo demostraría, pero no quiero acabar en la cárcel por dejarte sin descendencia. – bromeó Clara, que sabía lo que le molestan a Dani esos comentarios sobre su punto débil. Ese toque machista del chico era una de las causas por las que seguía siendo su amigo y no su novio. Y es que Dani estaba coladito por ella desde que se conocieron. Y cómo no estarlo tratándose de un bellezón de 90-60-90.

¡JA! Qué graciosa. – respondió él irónicamente. – Ten cuidado no te vayas a romper una uña.

¿Por qué no vienes un día a ver una clase y ves de lo que somos capaces? – le propuso ella, la cual llevaba tiempo pensando en hacerlo.

A Daniel le parecía una pérdida de tiempo, pero aceptó con la esperanza de que Clara se lo agradezca de alguna manera. Y al menos la vería en ropa de deporte, que eso nunca está de más.

Una vez en las clases, el chico estaba ante unas veinte mujeres de edades  hasta los 40 años. Luego, Clara le presentó a la instructora, una mujer de unos treinta años llamada Marisol y tan sexy como la joven universitaria.

Este es Dani, el amigo del que te hablé. – dijo Clara.

Gracias por prestarte voluntario, Dani. No es fácil encontrar hombres que hagan de sparring sin pedir nada a cambio, incluso pagándoles la cosa no suele acabar bien. Chicas, agradecedle a Dani su ayuda. – dijo Marisol haciendo que todas le dieran las gracias entre aplausos.

Él miró a Clara en busca de una explicación, ya que lo que había acordado con ella era ir de espectador, no de sparring. Por desgracia, ante tal recibimiento, no se atrevió a negarse, ya que incluso la instructora se había quitado las protecciones para dárselas. Mientras las mujeres hacían un pequeño calentamiento, él se colocó un casco, un peto acolchado y unas grandes espinilleras de goma-espuma.

Me has engañado. – le susurró a Clara poniéndose las protecciones.

Tranquillo, solo somos un grupo de mujeres, no tienes nada que temer. – bromeó ella con su sonrisa perfecta.

Hoy que tenemos un hombre, vamos a dedicar la clase a simulaciones de agresiones callejeras . – anunció Marisol cuando el chico estuvo listo.

No obstante, Dani no tardó en percatarse de que le faltaba protección para la zona de su cuerpo que más le interesaba proteger: los testículos. Dudó si comentárselo a la instructora, pero no sabía si allí tendrían alguna coquilla o la mujer había dado por hecho que, al ser algo tan personal, él traería la suya. Estuvo a punto de decirlo, pero la idea de pedir protección genital ante tantas mujeres le avergonzaba demasiado, por lo que finalmente no se atrevió a hacerlo. “Es una simulación y sé que van a ir todas a por los huevos, solo tengo defenderme bien y no habrá problema.” se dijo a sí mismo.

Ya que es quien lo ha traído, empezará Clara, y así Dani se va soltando un poco. Intenta agarrarla para someterla. – le indicó Marisol al joven.

En cuanto Marisol dio la orden, Dani se abalanzó sobre su amiga dispuesto a sujetarla y tocarla “involuntariamente” todo cuanto quisiera, siempre defendiendo su desprotegida entrepierna. Pero Clara, sorprendentemente ágil, no dejó que las manos del chico se le acercaran y se las ingenió para ponerle una pierna detrás de él y empujarlo para que cayera de espaldas. Tuvo los testículos del chico a tiro para una patada devastadora, pero Clara, que sospechaba que Dani no tenía protección inguinal, fue compasiva con el sexo débil y “solo” se agachó y rápidamente le dio un puñetazo en el blando escroto.

Sentir el característico bulto blando en su puño fue un sueño cumplido para Clara, que hasta entonces no lo había hecho, y quien mejor para ello que su amigo Dani, al que por su parte no le pareció tan gratificante. Su desgarrador gemido anunció a todas que no llevaba protección y la posición fetal que adoptó junto con los quejidos y lamentos lo confirmaron.

El dolor era realmente espantoso, aunque ver la expresión de satisfacción de Clara fue casi tan doloroso, y es que la chica, a pesar de su inmediata disculpa, apenas podía contener la euforia. El resto de mujeres parecían sentir lástima por él, aunque en el fondo les alegraba comprobar la efectividad de las técnicas.

¿Por qué no has dicho que no traías protección para los testículos? Lo siento, debí haberte preguntado, pero como te di lo que llevaba puesto y yo no necesito coquilla…. – se excusó Marisol, que no encontró respuesta en el dolorido varón. – Ha sido una irresponsabilidad, de haber sido un golpe mayor podrías haber perdido los testículos, como mi pobre sobrino, que los perdió por el ataque de una chica en la playa. Por suerte lo tuyo no parece grave. Si te recuperas y quieres continuar, tengo una coquilla por aquí para prestarte. – le dijo Marisol tras arrastrarlo hacia una esquina con la ayuda de Clara, que se quedó con él mientras se recuperaba.

Los primeros cinco minutos fueron una auténtica tortura para el chico, que apenas podía contenerse para que su amiga dejara de mirarlo con cara de pena como si estuviera viendo a la cosa más débil del mundo.

Por suerte, el dolor empezó a disminuir poco a poco. Dani tenía pensado irse de allí en cuanto pudiera, pero Clara le sorprendió prometiendo recompensarlo si se quedaba el resto de la clase y le demostró que lo decía en serio apartando las manos de su amigo y acariciando justo donde hace poco había clavado su puño.

Mmm me alegra ver que no he roto nada. – le susurró Clara sensualmente al notar la erección del chico.

Dani no podía esperar a que acabara la clase y estaba tan cachondo que casi se corre, aunque hubiera preferido que las caricias se limitaran al pene, pues sus testículos todavía no estaban para tocamientos. Tras eso Dani estaba obligado a cambiar de idea respecto a lo de irse inmediatamente. Además, con la coquilla no había nada que temer.

Pasados quince minutos, el joven pudo incorporarse, aún con molestias y poca dignidad, pero en aparente buen estado. Marisol lo felicitó por seguir colaborando y le indicó donde estaba el protector testicular. El instrumento le pareció bastante antiguo, ya que era una taza de plástico duro con tres pequeños boquetes, sin gomas para sujetarlo, por lo que tuvo que colocárselo bajo la ropa interior. Llevar el protector no era una sensación agradable e incluso diría que le apretaba, pero si ese rudimentario trozo de plástico le evitaba repetir semejante sufrimiento y humillación, merecía la pena sin duda. Con el regreso del sparring, Marisol indicó que volverían a las simulaciones:

Será mejor que comencemos un poco más suave. Julia, empieza tú.

En ese momento la más joven de las alumnas,  dio un paso al frente y esperó dubitativa que él se le acercara para someterla. Si con su amiga Clara se había esforzado, con una chica se contuvo en exceso, tanto que en cuanto intentó agarrarla ella le palmeó con fuerza a la altura de las orejas (golpe que por suerte amortiguó el casco) y acto seguido clavó la rodilla en la entrepierna del chico con todas sus fuerzas. La taza protectora desvió el impacto hasta sus ingles, pero aún así, sus testículos no se libraron de la vibración del golpe, por lo que, más por lo inesperado que por el dolor en sí, lo hizo exhalar un quejido y caer a cuatro patas.

¿Estás bien? – le preguntó la niña.

Sí… sí…. – respondió Dani recuperando el aliento y lamentándose porque el protector no sea totalmente efectivo y porque Clara lo viera caer ante una niña incluso llevando protección.

¿Llevas la taza, no? – le preguntó Marisol.

Sí, es que… no me esperaba que incluso con la taza doliera un poco. – le dijo él levantándose con gesto dolorido.

Fíjate, Julia, incluso con el protector has sido capaz de hacerlo caer, ¿Qué crees que hubiera pasado si le das ese rodillazo directamente en los huevos? – preguntó Marisol.

Pues… que nos quedamos sin ayudante? – bromeó la chica

Dani no quería ni pensar en qué hubiera sido de sus testículos sin la protección para ese golpe por el que aún le dolían las ingles.

Las simulaciones continuaron y la situación no mejoró en ningún sentido: por un lado, Dani no era capaz de reducir a ninguna de las chicas ni siquiera empleándose a fondo y, por otro lado, todas las técnicas que utilizaron para librarse de él comenzaban o terminaban con un feroz golpe en su punto débil. La coquilla le permitía continuar, pero los golpes se iban acumulando y, por leve que fuera el impacto, sus testículos se resentían cada vez más, haciendo del leve dolor que sentía tras el rodillazo de la chica, un verdadero calvario. Para más inri, la taza no le permitía agarrarse los testículos tal y como le pedía su instinto, lo que agravaba la sensación de malestar.

Dani estuvo a punto de pedir una pausa para recuperarse, pero una vez más su orgullo y timidez le impidieron hacerlo. Aún con todo fue capaz de aguantar ante las veinte chicas. Con un dolor considerable, pero lo hizo. Estaba deseando quitarse la coquilla, sujetar su hombría y arrodillarse en soledad unos minutos hasta que pasara el dolor; sin olvidar el calor que le generaba el contacto directo con el plástico, lo que tenía sus testículos desagradablemente sudados. Pero el final de su sufrimiento tuvo que posponerse un poco más, ya que Clara le pidió a Marisol una última simulación, algo a lo que la instructora accedió encantada.

Espero que por fin hayas aceptado que puedo vencerte con facilidad. Bueno, yo y todas, porque no has sido capaz de ganarle a ninguna. – bromeó Clara en voz baja cuando estuvo frente a él.

Sí bueno, pero esto es solo una simulación. – respondió él.

Claro, de ser real la pequeña Julia te habría dejado sin huevos.

¡Dejad la charla y empezad! – intervino Marisol dando comienzo a la pelea.

Dani se había empleado a fondo en cada combate, pero contra Clara lo dio todo a pesar del dolor de huevos que sufría desde hace un rato. Su intención no era dañarla, ya que eso podría acabar con sus planes para esa noche, pero sí quería demostrarle que no era el debilucho que estaba aparentando ser.

Clara cometió el error de intentar la misma técnica que en el combate anterior, la cual Dani tenía grabada en la retina y fue capaz de desbaratar. Tras esto consiguió girarla y abrazarla desde atrás, lo que aprovechó para tocarle las tetas con disimulo, pero le flaquearon las piernas al palpar el pezón de Clara a través del fino sujetador deportivo.

La chica aprovechó este desliz para escapar dándole un pisotón en el pie. Él ignoró el dolor y estiró el brazo para abrazarla en un gesto desesperado, el cual Clara utilizó para agarrarle la mano y retorcerle la muñeca de tal forma que lo obligó a arrodillarse con el brazo a la espalda. El chico intentó ayudarse del otro brazo, pero ella se lo agarró y también lo mantuvo en la espalda. Él se negaba a rendirse, pero con Clara detrás de él y ambos brazos retorcidos en la espalda solo conseguía hacerse más daño.

Puedo vencerte incluso sin atacar tus pelotillas. – dijo ella bien alto provocando las risas de sus compañeras, las cuales estaban justo en frente de ellos.

Dani no podía creerlo, su amiga, que apenas pesaría 50 kilos, había sido capaz de incapacitarlo con sus propias manos, sin apenas esfuerzo. Ese hecho era demasiado para su orgullo masculino, pero sumar las risas y las caras de satisfacción de Marisol y el resto de alumnas lo hizo estallar de rabia. Con toda su superioridad física frente a la mujer, se levantó, se deshizo del agarre y la tiró al suelo quedando sobre ella en una posición dominante.

O eso es lo que Dani esperaba que pasara, pero la realidad fue que, en cuanto adelantó una pierna y apoyó el pie para levantarse, Clara desbarató sus intenciones haciendo exactamente lo que Marisol le había enseñado en caso de que el hombre se resista: lo pateó con todas sus fuerzas entre las piernas, aprovechando la separación creada al mantener una rodilla en el suelo y adelantar la otra pierna.

El instintivo quejido del chico fue igual de leve que los anteriores dada la protección. Sin embargo, casi al instante se dio cuenta de una sutil diferencia con los golpes anteriores: esta vez la coquilla no absorbió el golpe trasladándolo hacia las ingles, sino que ascendió como si de una prolongación del pie de Clara se tratase, dando como resultado un golpe brutal en la parte baja de sus testículos. Los testículos salieron por fin de la taza, la cual quedó sobre ellos, presionándolos hacia abajo.

Para cuando Dani descubrió que dicha protección no está diseñada para golpes que van de atrás hacia delante, ya tenía los huevos en la garganta y no podía respirar. La preciosa cara de Marisol se difuminó y las risas de las mujeres se distorsionaron para dejar paso a un pitido sordo mientras la habitación comenzaba a darle vueltas.

Pero para su desgracia, la técnica de Clara no había acabado. Inmediatamente después de la patada, tiró de un brazo hacia un lado para darle la vuelta y hacerlo caer de espaldas. De haberse fijado en la expresión de su rostro, Clara se hubiera detenido en ese momento pero, contando con la protección de la coquilla, la chica finiquitó la técnica con otra potente patada en los huevos.

Los testículos fueron aplastados entre la coquilla y el empeine de Clara, formando una devastadora prensa ante la que los colgantes órganos no fueron más que dos óvalos de porcelana.

La reacción inicial del chico fue llevar las manos a los genitales para comprobar si sus fatales sensaciones eran ciertas. Rápidamente se quitó la coquilla y, con las manos dentro de la ropa interior, se agarró los testículos como estaba deseando hacer dese hacía un rato. Pero sus deseos jamás se cumplirán, pues en su escroto solo encontró restos gelatinosos de lo que un día fueron sus testículos.

Repetía con desesperación lo que parecía ser un “no” hasta que por fin aceptó lo evidente: que el pie de Clara había pulverizado su hombría; lo había capado como a un cerdo. El traumático descubrimiento de su castración, unido a un dolor que superaba con creces el ridículo umbral de dolor masculino, dejaron al varón totalmente en shock, casi en estado vegetal, pero consciente. La boca abierta, un tembleque en las piernas, pequeñas convulsiones en el resto del cuerpo y los ojos en blanco.

A Clara no le hizo falta ver su reacción para darse cuenta de lo que acababa de hacer, pues le bastó con sentir que su pie había golpeado en blando, muy blando. Así que se pronunció de inmediato.

¡Dios mío, creo que se le ha roto la protección! – dijo Clara muy asustada arrodillándose junto a él mientras este se quitaba la taza protectora. Entonces, al ver que ésta estaba intacta, Clara enmudeció, pues comprendió que no fue de la taza el crujido que había notado en el empeine del pie.

Cuando el sparring quedó en shock, sin mediar palabra, Marisol, que desde la primera patada sabía que la coquilla se le había movido, se puso entre sus piernas y le bajó los pantalones. El resto de alumnas formaron un círculo alrededor del chico, esperando que Marisol hiciera lo mismo con los calzoncillos y con mil pensamientos de todo tipo en sus cabezas. Cuando la instructora lo terminó de desnudar, todas pudieron ver la temblorosa papilla que el joven tenía por escroto. Por más que no intentaron, a ninguna le pareció ver nada parecido a un testículo dentro del saquito. También tuvieron tiempo para valorar el tamaño del pene, aunque en ese estado poco o nada podía impresionarlas.

Pues no, parece que lo que se ha roto no es la protección. – rompió Marisol el silencio.

¿Qué, se le han…? no… yo no quería… yo no sabía… – decía Clara entre lagrimas viendo el estado en el que había dejado la parte más íntima y delicada de su amigo. – llévalo a un hospital, por favor.

Claro. María, llama a emergencias. Pero tranquila Clara, ha sido un accidente, además tal vez no… – decía Marisol mientras echaba mano con cuidado al escroto del chico.

Calló de inmediato al notar, o más bien no notar nada semejante a un testículo en el colgante saquito de piel, que lentamente iba adquiriendo un tono morado nada alentador.

– Bueno, por lo menos ahora sabemos que los huevos no están a salvo de nuestro pies ni siquiera con protección. – sentenció la mujer.

Autor: Anarosa45

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