Un dia terrible en la playa con dos hermanas 3

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10 agosto, 2020

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 Cinco años después de que sus sobrinas, con la ayuda de otra chica desconocida, mandaran al hospital a su hermano con los testículos destrozados, su hermana (la madre de los niños) casi había perdonado a Marisol que su hijo perdiera los testículos bajo su responsabilidad. Y es que a pesar de que la joven de por aquel entonces 28 años lo llevara rápidamente al hospital, los daños en ambos testículos eran tan graves que finalmente tuvieron que extirpárselos. Cuando el chico despertó en el hospital y vio y palmó su escroto totalmente vacío, con sus hermanas y su tía al lado sin saber qué decir, sintió la mayor impotencia y humillación que un hombre puede sentir. De haber podido levantarse de la cama se hubiera tirado por la ventana, pero lo cierto es que a pesar de no tener testículos, aún sentía un terrible dolor en el bajo vientre y apenas podía juntar las piernas. Ni siquiera el trabajo con psicólogos pudo evitar que Juan perdiera toda su autoestima y cayera en una profunda depresión.

Por otro lado, sus hermanas Rosa y Ana, por suerte se habían librado de toda responsabilidad por la emasculación de su hermano, ya que toda la culpa recayó sobre la desconocida pelirroja llamada Max. Por tanto, debían mostrar pena por su desgraciado hermano delante de su madre, aunque en el fondo no podían evitar sentirse orgullosas por su superioridad sobre el varón, al que, si con huevos lo veían patético, al ver su debacle emocional al perderlos lo veían como muy inferior en todos los sentidos a las mujeres.

 La primera aún está en periodo de desarrollarse sexualmente, pero la segunda está en todo su esplendor, con un cuerpo de infarto. Las dos hermanas recordaban los sucesos de hace cinco años con gran felicidad y nostalgia, deseando volver a repetirlo, sobre todo en compañía de su tía Marisol. Pero para sorpresa de las chicas, fue Marisol la que les propuso volver a la playa nudista, y no solo para tomar el sol, sino literalmente para “reventar todos los huevos que podamos”. La respuesta de sus sobrinas no pudo ser otra que un rotundo sí.

–          Chicas, para no llamar demasiado la atención lo haremos de un extremo de la playa al otro. Intentad que estén solos y por supuesto hacedlo vosotras para que sea más humillante, si lo hace Rosa aún mejor. – explicaba Marisol mientras se desnudaban nada más llegar a la playa.

–          ¿Por quién empezamos? – preguntaron las hermanas simultáneamente.

–          Por allí estoy viendo venir a un musculitos, idos al agua antes de que os vea y luego…. – explicaba Marisol lo que tenía pensado mientras observaba al hombre con unos pequeños prismáticos.

Las chicas dejaron sola a su tía y, tal como había predicho, el tipo se fijó en Marisol y no dudó en acercarse para ligar con ella. En la breve conversación con la mujer no demostró ser catedrático, pero estaba tan musculado que le sobraba confianza para intentar engatusar a cualquier mujer, y normalmente lo conseguía. Aunque la belleza de Marisol era tal, que hasta un ligón profesional como él se sentía algo intimidado, a pesar de que la mujer se mostraba bastante receptiva.

–          Perdone señor. – oyó el tipo una voz femenina detrás suya.

–          Hoy estoy de suerte, parece que las atraigo a todas. – pensó el confiado varón mientras se daba la vuelta para ver si la nueva pretendiente estaba buena.

Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo para ver, ya que el pie de esta ya estaba volando a toda velocidad hasta su entrepierna, donde aplastó sin piedad sus expuestos testículos. Y es que Rosa llevaba tanto tiempo sin patear unos huevos que no escatimó en esfuerzo. Al pillarlo por sorpresa con tanta fuerza, el hombre cayó a la arena antes de que el dolor se intensificara. Algo que no tardó en suceder y que, de no haber estado ante Marisol y ahora dos adolescentes desconocidas, lo hubiera hecho gemir y llorar mientras se retorcía desesperadamente. Pero al tener compañía femenina, el tipo se contuvo cuanto pudo, apretando los dientes y frunciendo el ceño mientras sujetaba sus maltrechos testículos en posición fetal.

–          ¡Pero qué haces? – gritó Marisol a su sobrina en reacción a la patada.

–          Te has pasado hermana, los huevos son muy muy delicados. – continuó Ana.

–          Lo siento mucho, perdónala, es que tiene un trastorno bipolar…. – se disculpaba Marisol aguantando la risa que le daba ver a un hombre tan musculado doblado patéticamente por la patada de una niña

El tipo apenas pensaba en las palabras de Marisol, pues en ese momento ni siquiera quería vengarse de su agresora, solo pensaba en que el dolor desapareciera de una vez. Entonces Marisol, que durante la conversación había dicho que era enfermera, le ofreció ayuda para hacer que disminuya el dolor. El desesperado hombre no rechazo la ayuda de una profesional, simplemente cuando la “enfermera” le pidió que apartara las manos, rogó con un hilo de voz que las niñas no se acercaran. Marisol se lo ordenó a sus sobrinas para tranquilidad del hombre, que aún así no les quitaba ojo. La mujer le pidió que se posicionará mirando al cielo, que pusiera las manos en su nuca e intentara relajarse. A continuación, le levantó las piernas y luego las separó todo cuanto pudo con sus brazos.

–          ¿Sientes alivio? – preguntó Marisol.

El tipo negó con la cabeza mientras apretaba los dientes y fruncía el ceño a la vez que se lamentaba porque la ayuda de la enfermera no surja efecto, lo que le hacía pensar que el daño era serio.

–          ¿Y ahora?

Preguntó de nuevo la mujer justo antes de patear con violencia la virilidad del varón, que seguía vigilando a las niñas mientras intentaba relajarse, recibió el empeine de Marisol como si de un tren de mercancías se tratase. Los pocos segundos de estremecimiento antes de intentar agarrar su doblemente pateado escroto, fueron suficientes para que las chicas le sujetaran los brazos firmemente contra la arena. Cuando el hombre miró a Marisol en busca de una explicación, la rodilla de ésta ya estaba alzada y su pie bajaba a toda velocidad hasta el centro de la “V” que formaban sus piernas. Las chicas tuvieron que emplearse a fondo para mantenerlo inmóvil, pero pronto perdió fuerza gracias a que la mujer había dejado su pie sobre el blando trozo de carne y apretaba con fuerza hacia abajo.

Marisol no pudo resistirse a girar su pie sobre la inestable piel, disfrutando del masaje que le proporcionaban las dos pequeñas esferas de su interior en la planta del pie. Para él no fue precisamente un masaje, pues sentía que sus testículos reventarían en cualquier momento. Lo que jamás esperaba es que, sin previo aviso y al mismo tiempo, ambos testículos abandonaron su escroto y se alojaron en la cavidad abdominal, donde la presión era aún mayor y venía de todos lados. Las féminas lo soltaron y disfrutaron del espectáculo: un desesperado hombre retorciéndose por la arena tratando de devolver sus testículos a su lugar sin más efecto que aumentar si cabe su dolor. 

Ya no le quedaba ni rastro de orgullo ni control posible. Solo quedaba dolor y temor en un inmenso vacío (como su escroto). El peor temor de todo hombre: a decir adiós a sus genitales. Algo bastante probable al ver que las tres chicas recogieron sus cosas y se marcharon como si nada, dejándolo allí tirado sin nada con lo que pedir ayuda.

Marisol y sus sobrinas aun escuchaban los lamentos del hombre cuando vieron un nuevo objetivo.

–          Mirad, allí hay dos chicos. – dijo Rosa refiriéndose a dos chicos de unos 20 años que paseaban por la orilla.

–          Son dos pero no deberían suponer un problema para vosotras, además parece que no hay nadie en los alrededores. – las animó Marisol.

Pocos ánimos necesitaban las chicas, que sin pensarlo comenzaron a andar hacia ellos mientras Marisol se quedaba en la distancia observando con los prismáticos. Antes de llegar, Ana le explicó a su hermana lo que tenía pensado para humillar a esos chicos y Rosa no tuvo ninguna objeción, más bien sonrió diabólicamente. Al cruzarse con ellos la desnuda y sensual Ana no tuvo problemas para entablar conversación con los chicos, que habían ido allí en busca de chicas guapas y parece que las han encontrado. Lógicamente Rosa es demasiado joven para ellos y su cuerpo todavía no estaba desarrollado pero Ana estaba tan bien dotada que valía por dos. Tras unos minutos de bromas para romper el hielo, Ana les hizo una oferta que sabía que no podrían rechazar:

–          Chicos mi hermanita nunca ha tocado una buena polla, si nos dejáis tocaros, luego os dejaré tocarme a mí donde queráis. – propuso Ana dejando a los chicos bastante sorprendidos.

Estos se miraron sin dar crédito a lo que habían oído, pero en cuanto Ana les preguntó si aceptaban no lo dudaron, pues aunque Ana se negara a que la tocaran podrían hacerlo a la fuerza al estar esa zona de la playa prácticamente vacía. Las hermanas se sonrieron pensando en lo fácil que es manipular a los hombres. En cuanto tuvo el visto bueno, Rosa se acercó a uno de los chicos, al que acarició el pecho y luego la espalda para finalmente arrodillarse tras de él. El joven no entendía nada hasta que notó la manita de la niña subir lentamente por el interior de su muslo izquierdo. El testículo homónimo se contrajo al sentir la cada vez más cercana caricia, hasta que por fin la mano de Rosa acarició su suave escroto.

A continuación, la pequeña pasó su otra mano por el costado del joven en busca de su pene, que para entonces ya estaba totalmente erecto. Rosa lo acarició con delicadeza unos segundos y después le bajó el prepucio con el mismo cuidado, poniendo al chico en dificultades para respirar fluidamente. El placer del varón aumentó aún más cuando notó como las caricias se convertían en una lenta masturbación. Todo ello sin dejar de toquetear los testículos, con algo de brusquedad para el gusto del varón, pero no osó pedirle que se detuviera.

Por otra parte, a Ana le bastó con acercarse con una mirada provocativa para conseguir la erección del otro chico, que se la comía con la mirada. Acercó su mano al paquete del chico y lo primero que hizo fue golpear la punta del pene con el dedo índice, haciéndolo subir y bajar varias veces graciosamente. Al chico no le gustó demasiado pero en cuanto Ana comenzó a acariciarle los testículos y a masturbarlo gozó como nunca. Tanto que instintivamente intentaba tocar el precioso cuerpo de la chica, que evidentemente lo detenía y le pedía paciencia.

El chico estaba tan cachondo que iba a eyacular precozmente. Ana lo notó en su respiración y, para evitar que se le corriera encima, dio la señal que tenía preparada a su hermana. Al unísono, las hermanas apretaron los testículos de los confiados veinteañeros. Ana aplicó bastante fuerza en los ovalados y colgantes órganos para no darle opción al chico, aunque no era muy necesario, ya que los pocos segundos previos al intenso dolor los perdió en un amago de orgasmo por el que llegó a soltar la primera oleada de semen sobre el vientre de Ana. A continuación, cuando esperaba un profundo y largo orgasmo, se percató de que la mano de la chica ya no estaba en su pene y que el placer se transformó repentinamente en dolor, un dolor horrible y agobiante que solo le permitió mirarla a los ojos preguntándose “por qué”.

Su lenta reacción fue llevar las manos a la de la chica, donde solo consiguió que Ana asegurara el agarre aplicando más fuerza. Debió intentar golpearla desde un principio, porque cuando lo hizo le quedaban tan pocas fuerzas que la chica pudo defenderse con la mano que tenía libre. Solo le quedó suplicar que se detuviera, ya que sentía que en cualquier momento sus testículos iban a reventar. Resultado similar tuvo el otro chico, que ni siquiera tenía a Rosa a su alcance y solo le quedó pedir clemencia mientras asimilaba que una niña  tenía en sus manos (nunca mejor dicho), su futuro sexual y como hombre.

Para colmo los chicos vieron acercarse a una mujer adulta, la cual estaba buenísima. No sabían si alegrarse por la posible ayuda, o avergonzarse porque una mujer adulta viera como dos chicas menores los están haciendo llorar patéticamente. Aunque tampoco sabían si serían capaces de aguantar el dolor hasta que la mujer llegara, pues caminaba con tranquilidad, ya que se trataba de Marisol, que viendo que sus sobrinas lo tenían todo bajo control se acercó a disfrutar desde cerca.

–          Bien hecho chicas. Creo que va siendo hora de que acabéis y busquemos un nuevo objetivo. – recomendó la tía.

Dicho y hecho: Rosa estranguló el escroto dejando los testículos al aire, para finalmente despetirse con un potente puñetazo que los aplastó entre sus nudillos y la otra mano. Ana se hizo de rogar un poco más y giró bruscamente la muñeca haciendo a su víctima casi desencajar la mandíbula. El chico, que no dejaba de pensar en las consecuencias que le iba a acarrear la chica, de repente vio como Ana le metía la lengua hasta la campanilla. Finalmente acompañó el beso con un fuerte tirón hacia arriba y luego hacia abajo para soltarlo por fin. Ambos varones cayeron al suelo llorando desconsoladamente con el peor dolor de su vida, dolor que se extendía por todo su cuerpo provocando todo tipo de sensaciones desagradables. Marisol y sus sobrinas disfrutaron de la escena un poco más antes de marcharse y abandonarlos a su suerte.

Y así, se fueron sucediendo los ataquen de Marisol y sus sobrinas contra todo hombre solitario que encontraban. Muchos de ellos, que se cruzaban con ellas andando por la orilla, recibían sin previo aviso una patada o un rodillazo en los testículos mientras estaban distraídos mirando a Marisol. Con otros maduraron un poco más el ataque, dándoles conversación y engañándoles hasta conseguir lo que querían. La estrategia que más repitieron por lo fácil que les resultaba fue retar al hombre en cuestión a tocarse la punta de los pies con las manos sin flexionar las rodillas y, si lo conseguía, podrían darle un beso a Marisol.

Evidentemente todos aceptaron el reto sin dudarlo, pero claro, la poca flexibilidad de los hombres los obligaba a separar las piernas para conseguirlo, lo que resultaba en una inesperada y devastadora patada en los huevos desde atrás por parte de Rosa o Ana. Patada en el mejor de los casos, porque si el tamaño de los testículos era considerable no dudaban en agarrarlos y hacer diabluras con ellos sin que el hombre pudiera hacer más que suplicar y llorar.

Poco tiempo después, la primera televisión nacional informaba del suceso:

–          Conectamos ahora con Blanca Pastor, que se encuentra en una playa nudista en la que parece que dos chicas han agredido a varios hombres. – dijo la presentadora ocultando el orgullo que sentía al pronunciar aquellas palabras.

–          Así es, Susana, todavía no tenemos una cifra exacta de los varones afectados porque aún siguen llegando ambulancias, pero según nos han contado algunos testigos, dos chicas, acompañadas de una mujer adulta, han agredido a al menos una decena de hombres en los genitales, incluidos dos policías que intentaron detenerlas. Tenemos aquí una testigo de ese intento de detención. – informaba la joven reportera cediéndole la palabra a otra chica aún más joven.

–          Yo vi cómo llegaban los dos policías y se acercaban a la mujer, que tenía a un hombre agarrado por… de… los…

–          ¿Los testículos?. – ayudó la reportera a la ruborizada testigo.

–          Sí. El pobre hombre no dejaba de gritar y el policía le pidió a la mujer que lo soltara. Ella se negó pero lo hizo cuando el hombre se desmayó y cayó al suelo. El policía intentó ponerle las esposas pero la mujer le dio un rodillazo ahí, en los testículos. Le dio muy fuerte pero el policía siguió intentando ponerle las esposas, pero antes de conseguirlo le dio otro rodillazo en sus partes, cayó a la arena y no volvió a levantarse. No sé qué le hizo después porque entonces aparecieron las chicas, pero parecía que tenía convulsiones.

–          ¿Las chicas? – interrumpió la reportera.

–          Sí, eran dos, aparecieron como un rayo cuando el otro policía quiso ayudar a su compañero. La mayor se le echó encima, él la sujetó fácilmente pero la otra le dio una patada desde atrás también en los huevos, perdón, en los testículos. Justo después la mayor le dio un cabezazo en la nariz y cuando se agarró le dio una patada ahí abajo.

–          ¿Y entonces huyeron? – preguntó la reportera.

–          No, no, no. Ojalá. Pobres hombres. Luego las oí decir algo de que estábamos en una playa nudista y los desnudaron a los dos y les esposaron las manos a la espalda, riéndose las tres. A uno le separaron las piernas y lo golpearon varias veces con su propia porra. Al otro… no sé si debería decirlo, es un poco fuerte.

–          Tranquila, con lo que has contado es suficiente. – le dijo la reportera concluyendo la entrevista.

Poco tiempo después, muchas otras cadenas de televisión se hacían eco de la impactante noticia. Ana y Rosa pusieron la tele al llegar a casa, sentándose en el sofá una a cada lado de su hermano Juan.

–          Según nos informan los servicios médicos, el total de varones agredidos por las tres mujeres asciende a 16, todos ellos con daños considerables en el área genital, dos de ellos policías que acudieron a detenerlas. Nos informa Mamen Mendoza desde el hospital donde se encuentran todos los afectados.

–          Así es. Nos encontramos con una de las doctoras que ha atendido a varias víctimas. Preocupa especialmente el estado de uno de los agentes… – informó la reportera extendiendo el micrófono hacia la doctora, una mujer de unos treinta años de muy buen ver.

–          Sí, diez de los hombres tienen daños de diversa índole en los testículos, pero afortunadamente podrán recuperarse totalmente. No es este el caso de los otros seis, ya que cinco de ellos presentaban daños irreparables en una de las gónadas, por lo que hemos tenido que retirarlas. Aunque el caso más grave es el de uno de los agentes, al que, según parece, arrastraron varios metros sujetándolo por el escroto. En su caso, durante el ataque se rompieron ambos conductos espermáticos, lo cual, unido a múltiples desgarros en el escroto, ha ocasionado la pérdida irreparable de ambos testículos. – concluyó la bella mujer con rigurosa profesionalidad.

–          ¿Lo ves? Te dije que había sentido un chasquido. – le recriminó Rosa a su hermana mayor.

–          Ya, pero te dije que no tenía por qué ser eso. – explicaba Ana. – Aunque por cómo gritaba ya me lo imaginaba. – añadió riendo junto a su hermana.

–          ¿Y viste hasta donde le llagaban los huevos después de eso? – añadió Rosa entre carcajadas.

–          Sí sí, eso es porque ya no tenía “tope”, entonces podías tirar hasta donde te dejara el pellejo. – dijo Ana.

–          Juan, ¿Qué sentiste tú cuando… sabes, cuando te quedaste sin las joyas de la familia? – preguntó Rosa a su hermano, que permanecía entre ellas, con la mirada perdida sin querer hablar, totalmente hundido.

–          Pero lo suyo fue diferente, Rosa. A Juan se le cascaron y al poli se le cortó el hilito que los sujeta….

–          Es verdad, a Juan se le salió la yema y la clara…

Seguían bromeando y riendo las chicas, humillando más y más a su hermano mayor y sin dejar de pensar en las palabras de su tía Marisol, que les prometió que en cuanto pudieran volverían a quedar para “reventar otra docena de huevos”.

Autor: Anarosa450

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